El corazón me habló
© Esther Sorribas
Me pareció que tuve que decidir entre amar o quedarme en el miedo.
Desde la mente amar es un peligro, un riesgo demasiado grande que hay que tomar, porque después de todo lo vivido, cree que puedes volver a sufrir. Así que para ella es mejor quedarse quieto en un lugar cómodo y no dejar que la vida te sorprenda y atraviese.
Mil pensamientos en forma de miedos aparecen cuando tocamos algo íntimo y profundo, probablemente desconocido…cuando tocamos el corazón… Miedo a sentir, a amar, a que te amen, a dar, a recibir, a mostrarte vulnerable, a que te dañen, a dañar, a sufrir, al abandono, a la soledad, a ser, a vivir… La mente es poderosa y todo lo quiere controlar. Nos hace creer que al amor hay que temerle y nos quiere proteger de él, parece que para amar tengamos que ser grandes guerreros y guerreras, pero el amor se pierde en las guerras.
La mente no sabe que el amor está dentro de cada uno. No sabe que somos amor. No sabe que en el corazón todo cabe y es aceptado. No sabe que uno puede ser y estar con todo y mostrarse frágil, miedoso, dudoso, ante uno mismo y ante el otro, no sabe dejar por un rato la máscara y el disfraz, con el que tanto se identifica, para fluir desde el corazón y de Alma a Alma.
La mente no sabe vivir el presente.
El corazón, en cambio, sí sabe, sabe de amor, porque es amor. Sabe de aceptación y compasión. Sabe escuchar y comprender al niño herido y al que tiene ganas de jugar. Sabe elegir, fluir, dejarse caer en uno mismo y en el otro cuando hay un hombro en el que descansar. Sabe de placer, de gozo, de inocencia, de ilusión, de alegría. Sabe sentir todo, porque todo lo acepta y todo ES en él.
Sabe observar los pensamientos, juicios, creencias, miedos que aparecen una y otra vez, aceptarlos, darles su lugar para ser vividos y dejarlos ir cuando llega el momento. Sabe ver al otro y a su Alma amorosamente con su corazón herido, vivido, con sus luces y sombras. Sabe compartirse porque tiene mucho amor para dar.
El corazón sabe vivir el instante presente en plena libertad.
Cuando aparece este pensamiento: “tengo miedo a amar y a que me amen”, mi corazón sonríe y me dice, el amor eres tú, entonces, ¿cómo temer a algo que tú eres?.
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Por momentos, sentí un dolor que golpeó mi pecho. Algo no salió como mi mente había planeado. Todo se desmoronó y sentí tristeza, frustración, rabia, dolor… Les di su lugar a todas estas emociones y sensaciones, y éstas acabaron por acariciarme el corazón. Cerré los ojos y me sentí. Fue un acto de amor.
Y en ese momento el corazón habló y dulcemente me susurró esto:
«El amor no está fuera, no es algo que alcanzar, el amor simplemente eres tú, y desde aquí es que puedes compartirte libre, sin esperar, sin condicionar, sin apegarte, sin expectativas, sin pasado, sin futuro. El amor es libre, no teme.
Bien, y si así es, si hay miedo, porque la mente así lo aprendió, ama con miedo, pero ama!, desde mí, desde el corazón. Inténtalo, pruébalo, aunque la mente diga no. Nada malo puede pasar si recuerdas el amor que ya eres.
Siempre te he estado esperando para abrazarte. No te alejes, no me abandones nunca más. Es así que dejarás de temer a ser abandonada.
Ama y no dejes de amar, yo estoy aquí para que tú vivas este regalo que es la vida. Yo te acompaño en todo momento y te guío.
Ama y no dejes de amar, ama con miedo o sin él, ¡pero ama!, y deja que el amor te ame. Ama tu locura, tu mente ruidosa. Ama la tristeza y el dolor. Ama la incertidumbre, el no saber. Ama tu propio juicio, hacia ti y hacia el otro, recordándote que todos somos espejos rotos. Ama el vacío que despertará de nuevo en ti. Ama mi ausencia, aunque tienes que saber que yo siempre reposo en ti. Ama la herida que nace, muere y renace una y otra vez, recordándote quién eres y que todo es como debe ser. Así que deja que todo SEA y viva en mí, por que aquí todo es acogido y aceptado.
Ama y no dejes de amar a otro corazón, ámalo hasta que deje de sonar en mí y yo en él, nosotros sabremos cuándo dejarnos ir para danzar en otros lugares.
Ama y no dejes de amar y trae a mí todo, entrégamelo. Entrégame tu ilusión, tu alegría, tu inocencia, tus ganas de vivir. Dame que yo lo bailo, que yo lo siento, que yo lo vivo.
Vamos a estar aquí un rato dejándonos caer en cada latido. No hay prisa. No hay más que hacer. No hay más que buscar.
Ahora ya conoces el camino. Este es el camino correcto, sabes que todos los recorridos te han llevado a mí. Así que descansa ahora aquí y recuerda, cada vez que te pierdas, recuerda dónde estoy.
Esta es la vuelta a casa, de donde vienes y a donde regresas, donde todos somos uno con la tierra y el cielo, donde está la paz, donde está la luz, donde está el amor.
Aquí en mí, en este bello lugar todo es posible, porque la vida soy yo latiendo dentro de ti, fluyendo y acariciándote como las olas del mar. Deja que te viva.
Que la vida está para vivirla, no para temerla.
Y si vuelves al mismo suelo donde te caíste y dañaste, yo te recogeré y volveremos a andar este bonito camino incierto y virgen más conscientes y poderosos.
Vamos a danzar esta música tú y yo de la mano de aquí a la eternidad, porque sólo el amor perdura, sólo el amor.»