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En mi búsqueda interior me he encontrado cientos de veces con el mismo mensaje: ámate, el amor está en ti, busca el amor dentro de ti, aprende a amarte para amar… Yo misma he escrito mucho sobre esto porque así lo siento, cuando no me he amado, o me he amado poco o mal, he creado relaciones carentes, primero de todo conmigo misma, después con el otro, pues se busca afuera lo que a uno le falta o no se da a sí mismo. Bien.

Pienso que tampoco es que no me amara, pues el amor siempre está, a veces lo hacemos más presente, otras menos, y se va expandiendo cada vez más, aunque el corazón parece tener sus propios ritmos y movimientos a los que hay que respetar.

Y a lo que voy…, tampoco es que uno cuando se ama, más, menos, no necesite del otro, pero la palabra necesitar está hoy en día muy vinculada a otra: el apego…
Me pregunto, ¿realmente, a veces no necesitamos un abrazo, una caricia, unas palabras o la compañía de alguien cercano que llene de calma, amor, luz esos huecos que a veces se abren en nuestro interior y no sabemos rellenar?.

Siento que hay que reconocer un poco más que, a menudo, nos sentimos frágiles, que las heridas del abandono y sus secuelas se abren una y otra vez pidiendo amor, sabernos vulnerables, miedosos, niños, desnudos, que la soledad a veces se siente dura y que en esos momentos necesitamos de nuestro propio sostén. Pero también quizás necesitamos el amor del otro, porque todos buscamos amor y el amor está para vivirlo, y vivirlo es también compartirlo, darlo y recibirlo, eso que nos da tanto miedo.

Miedo, porque la entrega con el otro es antes la entrega con uno mismo, es entrar en la intimidad más profunda de uno y viajar a esos lugares dañados donde nos dice: “por ahí no; ahí, en esos rincones interiores fue que te dañaron, mejor vete”.

Miedo, porque el encuentro con el otro es antes el encuentro con nuestro ser y, por tanto, con todas nuestras sombras que tanto nos cuesta ver, sostener y… mostrar.

Dejar de ser “el guerrero o la guerrera que batalla en solitario entero y completo” y reconocer que uno también quiere o incluso necesita dejarse caer en otro es también amarse, porque al final, recibir es darse a uno mismo y dar al otro. Al final, dar es recibir y recibir es dar. Y esto es amor.

¿Qué piensas?